Cuenta Plutarco que Seleuco, rey de Siria, tenía un
hijo llamado Antíoco que se enamoró de la segunda esposa de su padre, al que
había dado ya un hijo. Se llamaba Estratónice y era muy joven y bella. Antíoco
se enamoró tan fuertemente que era imposible vencer su pasión y se fue
debilitando tanto que parecía que se condenase a muerte él mismo, porque sentía
que su deseo era deplorable, su pasión incurable y perdía la razón. Decidió
abandonar la vida y dejarse morir absteniéndose de beber y de comer, fingiendo
que sufría de alguna enfermedad interior y secreta en su cuerpo a la que no se
encontraba remedio.
Se llamó al célebre médico Erasístrato, quien, después
de varios exámenes, se convenció de que el mal del príncipe era mal de amores;
lo difícil era averiguar de quién estaba enamorado. Para lograrlo no se movía
día y noche de la habitación del joven, y cuando entraba alguna bella joven o
algún joven apuesto, que todo podía ser, miraba atentamente la cara de Antíoco
y observaba cuidadosamente todas las partes del cuerpo y los movimientos
externos, que acostumbran responder a las pasiones y afectos secretos del alma.
Cuando varias veces hubo notado que no reaccionaba
ante ninguna visita sino cuando Estratónice entraba sola o en compañía de su
esposo Seleuco y se daban en él los signos que Safo atribuye a los enamorados, a
saber: que se debilitaba la voz y la palabra, enrojecían sus mejillas, sus ojos
se abrían, empezaba a sudar, el pulso parecía más fuerte y más rápido y
finalmente caía en postración, quedando como persona transportada fuera del
mundo, con acentuada palidez, se dio cuenta de quién estaba enamorado Antíoco y
que no queriéndolo confesar se preocupaba de acallar sus sentimientos y
disimularlos hasta la muerte. Erasístrato decidió hablar con Seleuco, pero no
sabía cómo hacerlo por temor a la reacción del marido, superior tal vez a la
del padre. Un día se decidió por fin y le dijo:
— La
enfermedad de tu hijo, ¡oh rey!, es incurable.
— ¿No hay
remedio? ¿Qué tiene? Fuere cual fuere el costo de la medicina, la haré llegar
desde el fin del mundo.
— Tu hijo
está enamorado; lo que es peor, es que está enamorado de mi mujer.
— ¿De tu
mujer? ¿Y tú que eres el más querido de mis amigos no eres capaz de
sacrificarte para la salud de mi hijo? Repudia a tu mujer, dala en matrimonio a
mi hijo. Yo te recompensaré y salvarás la vida de Antíoco, que es lo que más
amo en este mundo.
— Es
fácil decirlo, pero ¿qué pasaría si la mujer de quien está enamorado tu hijo
fuese la tuya?
— Quisieran
los dioses que así fuere, pues con gusto cedería yo mi esposa con tal de salvar
la vida de mi hijo.
Viendo
Erasístrato que Seleuco, con lágrimas en los ojos, estaba dispuesto a cualquier
sacrificio le confesó la verdad:
— Rey, tu
hijo está enamorado de Estratónice. Eres padre, marido y rey; puedes ser ahora
médico. Tú solo puedes salvar a tu hijo.
Seleuco
hizo reunir al pueblo y ante todos declaró que había decidido coronar a su hijo
rey de las mejores provincias de Asia y que le daba a Estratónice como esposa
para que reinasen juntos y que estaba seguro de su hijo, que hasta entonces se
había mostrado obediente a la voluntad de su padre, no dejaría de aceptar este
matrimonio. Por su parte, Estratónice cambió, al parecer con gusto, de marido,
dando a entender que lo que parecía un incesto era algo decidido por el rey
para el bien de la monarquía y bienestar del pueblo.
He aquí uno de los primeros casos de medicina psicosomática; es decir, de aquella que
cree que muchos males del cuerpo derivan de una enfermedad del espíritu y no al
revés, como creía Hipócrates.
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