El conde de Urquijo se hallaba
una tarde en el Aero-Club de Madrid. Al salir a la calle se dio cuenta de que
hacía frío. Llamó a un botones y le dijo:
— Ve a casa y que te den el gabán
treinta y siete.
Varios de sus contertulios se
echaron a reír y el conde, sin inmutarse, continuó:
— Ve a casa y que te den mis
treinta y siete gabanes.
Poco rato después se paraba un
coche frente a la aristocrática sociedad. Estaba lleno de gabanes y el señor
conde de Urquijo escogió, ante todos, el gabán treinta y siete que había
solicitado.
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