miércoles, 5 de marzo de 2014

Santa Teresa murió el 4 de octubre y fue enterrada al dia siguiente 15 de octubre


Empecemos desde lejos. 

Antes de Julio César todos los años eran de 365 días; pero la Tierra tarda 5 horas, 48 minutos y 48 segundos más en completar la vuelta de su órbita alrededor del Sol, por eso cada cuatro años se atrasaba casi un día, de modo que si el solsticio de invierno o el día más breve del año caía, supongamos, el primer día de enero, al cabo de cuatro años caería el día 2; después de otros cuatro, el día 3, y así en adelante. De donde se seguía que el mes de enero, que caía en invierno, andando el tiempo hubiera caído en primavera, después en verano, etc. 

Julio César, para corregir esta deformidad, mandó añadir al año un día cada cuatro años, de donde vino el año bisiesto. Al día 23 de febrero lo llamaban los romanos sexto de las calendas; es decir, día sexto antes de las calendas, de marzo; y como en el año en que se intercalaba o añadía un día, que se hacía en aquel mes y en aquel día, había dos días sextos, de aquí vino llamar bisiesto —bis sexto— o año de dos días sextos al que constaba de 366 días.

Esta corrección hubiera sido perfecta si la Tierra en su curso de 365 días gastase seis horas más, pues éstas en cada cuatro años harían un día justo. Pero como faltan 44 minutos cada cuatro años, estos al cabo de 100 años llegan a componer casi un día, de aquí provino que el día del equinoccio de la primavera, que en el año 325, por ejemplo, en que se celebró el Concilio Niceno, era el 21 de marzo, se había adelantado al día 11, porque, en efecto, los once minutos anuales que faltan, como hacen una hora cada cinco años y medio, componen un día con poca diferencia cada ciento y tantos años y, por consiguiente, hacían cerca de diez días en los 1255 años que pasaron desde el año 325 hasta el 1580. 

Este defecto había sido conocido ya por algunos astrónomos. El papa Gregorio XIII, a fin de hacer una corrección exacta, se valió de los conocimientos del matemático y astrónomo italiano Luis Lulio; y siguiendo sus consejos, mandó que en el año 1582 se quitasen diez días al mes de octubre, de modo que al día 4 no siguiese el día 5, sino el 15. 

Y para precaver en lo sucesivo semejante equivocación, ordenó que de cada cuatro años centenares, sólo uno fuese bisiesto; esto es, que fuese bisiesto el año de 1600, pero no los de 1700, 1800 y 1900, siéndolo otra vez el 2000, y no los tres centenares siguientes, y así sucesivamente. Rebajando, pues, tres años bisiestos, o quitados tres días en cada cuatrocientos años, se rebaja el producto de los once minutos anuales que sobran, y pasarán muchísimos siglos sin que sea notable la diferencia. 

Como Santa Teresa murió precisamente el día 4 de octubre de 1582, el día siguiente fue, de conformidad con lo dispuesto por el papa Gregorio —por esto se llama reforma o calendario gregoriano— el 15 del mismo mes. 

Otra cosa curiosa. Como en Rusia no se aceptó la reforma hasta después de la implantación del régimen comunista, la celebración de la Revolución de Octubre se conmemora en noviembre.


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