Hace
muchos años, era ídolo del Teatro de Variedades de Madrid un actor llamado
Ricardo Zamacois.
Un día
que se encontraba en el despacho del empresario se presentó un artista francés
que ofrecía su compañía cómico-músico-bailable.
El
empresario no sabía cómo sacarse de encima aquel plomazo que le auguraba el
éxito, muy improbable, de un espectáculo.
—Miguen
ustedés —decía el francés— mi espectaculó es algó magavillosó porqué con el
bailé se puedé expresar todó: los sentimientós, los deseós, las ambiciones,
todó puedé expresarsé con la musicá, todó bailandó.
Zamacois,
viendo los apuros del empresario para sacarse de encima a aquel pesado, terció
en la conversación.
— ¿De
manera que usted dice que todo puede expresarse con el baile?
— Sí,
señog, todó.
— Muy
bien, pues entonces hágame usted el favor de decirme bailando: «El martes llegará de Cuenca un primo de mi
mujer.»
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por tu comentario