martes, 19 de agosto de 2014

Vikingos en Cantabria

Durante la edad media, la lucha entre cristianos y musulmanes hizo de Santiago de Compostela una de las capitales del mundo conocido, destino de tesoros y riquezas. Uno de los lugares con historia de por aquel entonces. La atracción por estos tesoros es lo que llevó a los rudos hombres escandinavos a intentar someter a los habitantes de la península en diferentes ocasiones. La primera incursión vikinga en la península ibérica se produjo en el año 844 asaltando varios lugares de las costas de Galicia y Asturias, para ellos Jakobsland (Tierra de Santiago). Tras algunos incendios y saqueos, acabaron siendo repelidos por el Rey Ramiro I.
En el año 843, los vikingos descendieron hasta el sur de Europa hasta alcanzar las costas de Francia. Se establecieron en Bayona y continuaron por la costa cántabra hasta que desembarcaron en Gijón, el primer lugar en el que los vikingos hicieron de las suyas, saqueando todo lo que se encontraban a su paso. Alcanzaron la Torre de Hércules, luego Lisboa y después el estrecho de Gibraltar. Tomaron Cádiz para extenderse por el Guadalquivir.

Tras el incendio de la ciudad gallega de Tuy en 1015, cuenta la leyenda cántabra que decenas de vikingos  desembarcaron en la Playa de Laredo, y como la mayoría de los hombres de la zona se encontraban en plena campaña contra los musulmanes, fueron las mujeres las que tuvieron que darles la bienvenida…
Y lo hicieron invitando a los vikingos a una fiesta en la que se les sirvió vino de Ribadavia con generosidad. Alguna bruja debía haber entre aquellas mujeres, pues dentro de la bebida habían echado una sustancia hecha a partir de las hojas de boj. Tras varias copas del supuesto vino, los vikingos que habían bebido, o sea todos, quedaron completamente paralizados. Las mujeres, que habían cambiado ya sus caras amigables por expresiones de satisfacción y pillería, cogieron a los vikingos y los depositaron, como si fueran objetos inmóviles, en una gran caverna que había debajo del pueblo, y allí deben de seguir…
Tiempo más tarde, unos pastores cántabros vieron en la costa, a lo lejos, las características velas cuadradas de los barcos vikingos y corrieron a dar la voz de alarma. Los habitantes del pueblo se escondieron donde pudieron mientras el conde de Laredo se preparaba para repeler el ataque. Cuando se acercaron a la playa, se encontraron con que los vikingos simplemente querían descansar un poco tras una larga y fatigosa travesía.
Justamente por eso expresaron su intención de regresar a aquel lugar con el fin de establecer un puerto donde los vikingos pudieran hacer escala cuando realizaban viajes a y desde el Mediterráneo. La petición les fue admitida, pero con la condición de que no usasen sus armas en tierra y respetasen a los cristianos, aunque se les permitió que pudiesen tomar mujeres del valle como compañeras.
No hay noticias de que tal proyecto llegara a realizarse, pero es posible que aquellos vikingos no llegaran a irse de aquel bonito paraje donde había tantas bellas mujeres. Su perdición. 
De ahí puede venir el hecho de que, durante siglos, las mujeres del valle de Liendo sólo quisieran casarse con hombres que consideraban descendientes de aquellos vikingos.
Ojáncanu
 También resulta curioso que en el folclore cántabro haya permanecido la figura del ojáncanu, un gigantón barbudo con un solo ojo al que acompañan dos cuervos que le informan de lo que ocurre por los alrededores, como si fuera una deformación de Odín, el dios principal de la mitología nórdica.
Fue en Cantabria donde se halló la piedra vikinga que ya no existe. Fue destruida en los años 80 del siglo XX.
Apareció en Gornazo (Miengo, Cantabria) y era un bloque calizo de 2,5 por 2 metros y casi 1 metro de espesor, aparentemente natural y de color ligeramente amarillento. Se encontraba tumbada en un prado junto a la cueva de La Zorra (actualmente tapada), que se localiza en una pequeña elevación dominando la desembocadura de la ría del Pas que tal vez sirvió de oteadero de ballenas. Originalmente enterrada, la piedra se descubrió al construirse un camino en la zona, pero desafortunadamente fue picada hasta quedar totalmente destruida. Su particularidad reside en que hacia el centro de una de las caras, planas, tenía grabado en incisión fina-media una serie de dibujos entre los que se podía observar la figura de un gran barco del que salía una gran cabeza humana y posibles velas, así como otros dibujos de más difícil clasificación, como un posible arpón.

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