lunes, 25 de agosto de 2014

El hombre que nunca existió (Parte II)

La historia del hombre que nunca existió, relatada por uno de sus protagonistas, Ewen E. S. Montagu del Servicio de Inteligencia Naval Británico, y publicada en una entrada anterior de este blog, (El hombre que nunca existió. Parte I), ha dado lugar a varios libros y películas.
La historia narra el engaño llevado a cabo por los aliados a los Alemanes en la segunda guerra mundial cuando, una vez llevada con éxito la invasión a África del Norte, se preveía el ataque a Sicilia y había que inducir a los alemanes a pensar lo contrario y a dispersar sus fuerzas sobre otros puntos de atención.
Uno de esos libros fue escrito por el propio Montagu “The man who never was” (El hombre que nunca existió), que se publicó en 1953 a instancias de su Gobierno para evitar informaciones fuera de control. El libro se convirtió en un éxito de ventas e incluso dio lugar a una película en 1956, con Montagu en un cameo.
Otro libro basado en estos hechos es “Operation Mincemeat” (Operación carne picada) del escritor Ben Macintyre, que tuvo acceso al informe secreto de Montagu.
Esta operación de engaño, fue bautizada Operación Mincemeat (Operación Carne Picada).
La idea original se le ocurrió al novelista y espía Ian Fleming, el creador de James Bond 007, aunque fue llevada a la práctica por Ewen Montagu, miembro de la División de Inteligencia Naval del Almirantazgo británico, y Charles Chomondeley, del MI5.
Consistía en hacer llegar hasta las costas de Huelva, en la ruta aérea entre Inglaterra y el cuartel general aliado en Argel, el cuerpo sin vida de un supuesto oficial que habría muerto ahogado tras estrellase el avión en el que viajaba con importantes mensajes para los jefes militares aliados en el norte de África. Según cuenta Ben Macintyre en su libro, el muerto era en realidad Glyndwr Michael, un mendigo galés que había fallecido en el hospital londinense de San Pancras tras ingerir una dosis de matarratas (uno de los síntomas que provoca este veneno es el encharcamiento de los pulmones) y no de tuberculosis, como en un principio se hizo creer.
Chomondeley y Montagu ante la furgoneta que trasladó
al Mayor Martin hasta el submarino Seraph
Para que la treta funcionase, la información tendría que llegar a manos de los alemanes, y España, país en teoría neutral, pero donde los espías nazis se movían a sus anchas, era el lugar perfecto para que esto sucediese: entre los funcionarios de la embajada alemana en España existía una nutrida nómina de agentes de la Gestapo, el Abwehr (inteligencia militar alemana de la época), y el Sicherheitsdienst (SD, Servicio de Seguridad), el servicio de inteligencia de las SS. Al frente de este operativo figuraba Wilhelm Leissner.
En Huelva operaba, además, Adolf Clauss, el jefe de la Abwehr en Andalucía, un espía temible y eficaz que había participado en la Guerra Civil como miembro de la Legión Cóndor. Simpatizante de Falange y con contactos a todos los niveles entre las autoridades españolas, desde su finca de La Rábida (Huelva), organizaba labores de sabotaje y vigilancia de los barcos británicos en el Estrecho.
Tras la luz verde de Churchill, el cadáver de William Martin / Glyndwr Michael se introdujo en un cilindro metálico lleno de hielo seco y se transportó a un puerto escocés para embarcarlo en el Seraph, el submarino elegido para llevarlo hasta Punta Umbría.
El 29 de abril, la nave se situó a un kilómetro de la Costa de Huelva. A las 04.15 del día siguiente, se extrajo el cadáver del mayor Martin del tubo metálico. Había, como lacónicamente anotó el teniente Bill Jewel, comandante del Seraph, en su cuaderno de bitácora, "cierto hedor". Trabajando con presteza, Jewel y otros dos oficiales inflaron el chaleco salvavidas y colocaron en el maletín los sobres con los documentos secretos. Tras rezar una breve (y apropiada) plegaria del Libro de los Salmos que comienza así: "Mantendré mi boca cerrada como un freno ...", depositaron el cuerpo en el mar y alejaron el submarino a toda máquina. "El remolino de las hélices ayudó al mayor Martin a emprender el camino", anotaría Jewel después.
La madrugada del 30 de abril de 1943, un pescador de Punta Umbría (Huelva), José Antonio Rey, descubrió flotando en el mar el cadáver de un oficial británico con un maletín encadenado a su cuerpo, un chaleco salvavidas amarillo y diversos objetos personales. El cuerpo presentaba signos de llevar varios días en el mar. Según la documentación que portaba, se trataba de William Martin, mayor de los Royal Marines, nacido en marzo de 1907. Para la tarjeta de identidad del supuesto mayor William Martin, se usó la fotografía de otro militar de gran parecido con el cadáver que sirvió de cebo.
Tras informar al cónsul británico en Huelva, las autoridades españolas se hicieron cargo del cuerpo y las pertenencias del fallecido. En los bolsillos llevaba una carta del Lloyds Bank en la que se le instaba a saldar un descubierto en su saldo, la factura de una joyería por la compra de un anillo y dos cartas y una foto de su novia Pam en bañador (en realidad, Jean Leslie, una secretaria de los servicios secretos británicos). También había un reloj, cigarrillos, cerillas, llaves, billetes de autobús y dos entradas para un espectáculo de variedades de Londres.
Fotografía en bañador de Pam que portaba
en sus bolsillos el Mayor Martin
Pero lo más interesante estaba dentro del maletín: dos sobres con información confidencial en la que se identificaba claramente a Grecia y Cerdeña como objetivos de la Operación Husky el gran desembarco que los aliados preparaban en el sur de Europa. En las cartas también se sugería que Sicilia sería utilizada para desviar la atención del enemigo.
En realidad, el objetivo real de la invasión era la isla italiana de Sicilia, y William Martin y los documentos que portaba, un señuelo para engañar a los alemanes y sus aliados italianos.
Un día después de su hallazgo, el cadáver yacía en la sala de autopsias del cementerio municipal de Huelva. El doctor Eduardo Fernández del Torno, el forense que realizó la autopsia en presencia de Francis Haselden, vicecónsul británico en Huelva (quien estaba al tanto del complot), concluyó que Martin todavía estaba vivo cuando había caído al mar y que había muerto de asfixia por inmersión. El maletín con los documentos pasó a manos del teniente de navío Mariano Pascual del Pobil, juez en funciones en Huelva, quien envió la documentación original al Cuartel General de la Armada en Madrid. Tras la autopsia, el cuerpo del falso mayor Martin fue entregado al consulado británico y enterrado en el cementerio de la Soledad de Huelva el domingo 2 de mayo de 1943. Días después, se colocó una lápida de mármol sobre la tumba con la inscripción horaciana "Dulce et decorum est pro patria mori" (Dulce y honroso es morir por la patria). Hace unos años se cambió la inscripción de la lápida por otra, en la que también aparece el nombre de Glyndwr Michael
Lápida de William Martin/Glyndwr Michel
en el cementerio de la Soledad de Huelva
Según el libro de Macintyre, el plan estuvo a punto de fracasar por culpa de la honestidad de Pobil y otros miembros de la Armada española que tuvieron acceso a los documentos, quienes, en contra de lo que esperaban los británicos, se negaron a entregar los papeles del muerto al espía Adolf Clauss y al jefe de la Abwehr en Madrid, Wilhelm Leissner. Fue necesaria la intervención del coronel José López Barrón Cerruti, el entonces temible jefe de la policía secreta de Franco en la D.G.S, un filonazi que había luchado como voluntario en la División Azul, para que los alemanes pudiesen copiar su contenido y enviarlo a Berlín. El 12 de mayo, el primer ministro británico, Winston Churchill, recibió en Washington un escueto telegrama del MI-5: “Mincemeat Swallowed Whole (carne picada tragada entera)”.

 Hitler picó. Y se tragó el cebo, el anzuelo, la línea y hasta el flotador. En su diario, el almirante alemán Karl Doenitz escribió tras una entrevista con Hitler: "El Führer no está de acuerdo con la idea del Duce de que el punto más probable de una invasión sea Sicilia. Según su opinión, los documentos anglosajones descubiertos confirman que el ataque será dirigido principalmente contra Cerdeña y el Peloponeso". Cuando, en la mañana del 10 de julio de 1943, las tropas aliadas desembarcaron en el sur de Sicilia, se encontraron la isla desprotegida. Dos semanas después, Hitler seguía tan convencido de que el desembarco en Sicilia era una maniobra de distracción que envío al mariscal Rommel con sus tanques al Peloponeso. Cuando se dio cuenta del engaño ya era demasiado tarde.






No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por tu comentario