La historia del hombre que nunca existió, relatada por uno
de sus protagonistas, Ewen E. S. Montagu del Servicio de Inteligencia Naval
Británico, y publicada en una entrada anterior de este blog, (El hombre que nunca existió. Parte I), ha dado lugar a
varios libros y películas.
La historia narra el engaño llevado a cabo por los aliados
a los Alemanes en la segunda guerra mundial cuando, una vez llevada con éxito
la invasión a África del Norte, se preveía el ataque a Sicilia y había que
inducir a los alemanes a pensar lo contrario y a dispersar sus fuerzas sobre
otros puntos de atención.
Uno de esos libros fue escrito por el propio Montagu “The
man who never was” (El hombre que nunca existió), que se publicó en 1953 a instancias de su
Gobierno para evitar informaciones fuera de control. El libro se convirtió en
un éxito de ventas e incluso dio lugar a una película en 1956, con Montagu en un cameo.
Otro libro basado en estos hechos es “Operation Mincemeat”
(Operación carne picada) del escritor Ben Macintyre, que tuvo acceso al informe
secreto de Montagu.
Esta operación de engaño, fue bautizada Operación
Mincemeat (Operación Carne Picada).
La idea original se le ocurrió al novelista y espía Ian
Fleming, el creador de James Bond 007, aunque fue llevada a la práctica por
Ewen Montagu, miembro de la
División de Inteligencia Naval del Almirantazgo británico, y
Charles Chomondeley, del MI5.
Consistía en hacer llegar hasta las costas de Huelva, en
la ruta aérea entre Inglaterra y el cuartel general aliado en Argel, el cuerpo
sin vida de un supuesto oficial que habría muerto ahogado tras estrellase el
avión en el que viajaba con importantes mensajes para los jefes militares
aliados en el norte de África. Según cuenta Ben Macintyre en su libro, el muerto era en realidad Glyndwr Michael, un mendigo galés que había fallecido en el hospital londinense de San Pancras tras ingerir una dosis de matarratas (uno de los síntomas que provoca este veneno es el encharcamiento de los pulmones) y no de tuberculosis, como en un principio se hizo creer.
Chomondeley y Montagu ante la furgoneta que trasladó al Mayor Martin hasta el submarino Seraph |
En Huelva operaba, además, Adolf Clauss, el jefe de la Abwehr en Andalucía, un
espía temible y eficaz que había participado en la Guerra Civil como
miembro de la Legión
Cóndor. Simpatizante de Falange y con contactos a todos los
niveles entre las autoridades españolas, desde su finca de La Rábida (Huelva), organizaba
labores de sabotaje y vigilancia de los barcos británicos en el Estrecho.
Tras la luz verde de Churchill, el cadáver de William
Martin / Glyndwr Michael se introdujo en un cilindro metálico lleno de hielo
seco y se transportó a un puerto escocés para embarcarlo en el Seraph, el
submarino elegido para llevarlo hasta Punta Umbría.
El 29 de abril, la nave se situó a un kilómetro de la Costa de Huelva. A las 04.15
del día siguiente, se extrajo el cadáver del mayor Martin del tubo metálico.
Había, como lacónicamente anotó el teniente Bill Jewel, comandante del Seraph,
en su cuaderno de bitácora, "cierto hedor". Trabajando con presteza,
Jewel y otros dos oficiales inflaron el chaleco salvavidas y colocaron en el
maletín los sobres con los documentos secretos. Tras rezar una breve (y
apropiada) plegaria del Libro de los Salmos que comienza así: "Mantendré mi boca
cerrada como un freno ...", depositaron el cuerpo en el mar y alejaron el submarino a toda
máquina. "El remolino de las hélices ayudó al mayor Martin a emprender el
camino", anotaría Jewel después.
La madrugada del 30 de abril de 1943, un pescador de Punta
Umbría (Huelva), José Antonio Rey, descubrió flotando en el mar el cadáver de
un oficial británico con un maletín encadenado a su cuerpo, un chaleco
salvavidas amarillo y diversos objetos personales. El cuerpo presentaba signos
de llevar varios días en el mar. Según la documentación que portaba, se trataba
de William Martin, mayor de los Royal Marines, nacido en marzo de 1907. Para la
tarjeta de identidad del supuesto mayor William Martin, se usó la fotografía de
otro militar de gran parecido con el cadáver que sirvió de cebo.
Tras informar al cónsul británico en Huelva, las
autoridades españolas se hicieron cargo del cuerpo y las pertenencias del
fallecido. En los bolsillos llevaba una carta del Lloyds Bank en la que se le
instaba a saldar un descubierto en su saldo, la factura de una joyería por la
compra de un anillo y dos cartas y una foto de su novia Pam en bañador (en
realidad, Jean Leslie, una secretaria de los servicios secretos británicos).
También había un reloj, cigarrillos, cerillas,
llaves, billetes de autobús y dos entradas para un espectáculo de variedades de
Londres.
Fotografía en bañador de Pam que portaba en sus bolsillos el Mayor Martin |
En realidad, el objetivo real de la invasión era la isla
italiana de Sicilia, y William Martin y los documentos que portaba, un señuelo
para engañar a los alemanes y sus aliados italianos.
Un día después de su hallazgo, el cadáver yacía en la sala
de autopsias del cementerio municipal de Huelva. El doctor Eduardo Fernández
del Torno, el forense que realizó la autopsia en presencia de Francis Haselden,
vicecónsul británico en Huelva (quien estaba al tanto del complot), concluyó
que Martin todavía estaba vivo cuando había caído al mar y que había muerto de
asfixia por inmersión. El maletín con los documentos pasó a manos del teniente
de navío Mariano Pascual del Pobil, juez en funciones en Huelva, quien envió la
documentación original al Cuartel General de la Armada en Madrid. Tras la
autopsia, el cuerpo del falso mayor Martin fue entregado al consulado británico
y enterrado en el cementerio de la
Soledad de Huelva el domingo 2 de mayo de 1943. Días después,
se colocó una lápida de mármol sobre la tumba con la inscripción horaciana
"Dulce et decorum est pro patria mori" (Dulce y honroso es morir por
la patria). Hace unos años se cambió la inscripción de la lápida por otra,
en la que también aparece el nombre de Glyndwr Michael
Lápida de William Martin/Glyndwr Michel en el cementerio de la Soledad de Huelva |
Hitler picó. Y se tragó el cebo, el anzuelo, la línea y
hasta el flotador. En su diario, el almirante alemán Karl Doenitz escribió tras
una entrevista con Hitler: "El Führer no está de acuerdo con la idea del
Duce de que el punto más probable de una invasión sea Sicilia. Según su
opinión, los documentos anglosajones descubiertos confirman que el ataque será
dirigido principalmente contra Cerdeña y el Peloponeso". Cuando, en la
mañana del 10 de julio de 1943, las tropas aliadas desembarcaron en el sur de
Sicilia, se encontraron la isla desprotegida. Dos semanas después, Hitler
seguía tan convencido de que el desembarco en Sicilia era una maniobra de distracción
que envío al mariscal Rommel con sus tanques al Peloponeso. Cuando se dio
cuenta del engaño ya era demasiado tarde.
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