Hace dos mil millones de años
—2.000.000.000—, ¡casi nada!, que se calcula que empezó la formación de la Tierra.
Es lo que se llama período
Precámbrico que llega hasta los 540 millones de años a. de J.C.
De los 540 millones hasta 190
millones antes de nuestra era se desarrolla el Paleozoico o Primario, dividido
en las épocas Cámbrica, Silúrica, Devoniana, Carbonífera y Pérmica.
De los citados 150 millones hasta
70 millones se cuentan las épocas Triásica, Jurásica y Cretácica, que constituyen
el período Mesozoico o Secundario.
De los 70 millones al millón de
años de nuestra era, y pido perdón por lo aburrido de mi exposición, se habla
de épocas Eocena, Oligocena, Miocena y Pliocena, que se engloban en el período
Cenozoico o Terciario.
Un millón de años a. de J.C. se
inaugura la Era
de las Glaciaciones, que dura hasta 10.000 años —aproximadamente— antes de
nuestra era y desde este momento hasta nuestros días la época de los aluviones.
Ambas configuran el llamado periodo Pleistoceno o Cuaternario.
Para que nos demos cuenta de lo
que todo ello significa imaginemos por un momento, que el origen de la Tierra se sitúa en un 1 de
enero.
Pues bien, la Era Primaria se
iniciaría a primeros de septiembre, los primeros peces, que aparecen en el
Silúrico, lo harían a finales de octubre.
Los mamíferos, correspondientes
al período Jurásico, a finales de noviembre.
El primer homínido —el
australopiteco— el 31 de diciembre, a eso de las 9 de la noche.
El Homo Sapiens —que aunque parezca mentira somos nosotros—, el mismo
31 de diciembre a las once y media de la noche.
Y nosotros viviríamos poco más o
menos a las 11 de la noche, 58 minutos, del mismo 31 de diciembre.
Es decir, que llevamos —el género
humano lleva— unos 30 minutos de existencia en este imaginario año de la Creación.
¡No somos nada y lo que creemos ser!
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