viernes, 28 de febrero de 2014

Un desnudo polémico



Se va a inaugurar el Salón de Pintura. Édouard Manet presenta un cuadro que titula El descanso de la modelo, hoy conocido como El desayuno sobre la hierba. El jurado de admisión rechaza el cuadro, lo considera mal pintado y provocativo. Manet tiene que recoger la pintura y llevarla a su casa; pero poco después, con varios amigos pintores que habían visto cómo sus obras no eran admitidas por el jurado del salón, deciden abrir una exposición paralela con el nombre de Salón de los rechazados.
        El cuadro de Manet es expuesto allí y causa un gran escándalo.
        —Este cuadro es inmoral, además está mal pintado…
        —Pues yo encuentro que es un avance en el camino de la pintura.
        —Pero no me negará usted que este desnudo…
        —Este desnudo está muy bien; por otra parte, el emperador ha comprado El baño turco de Ingres, en el que hay más desnudos que en éste.
        —Sí, pero la emperatriz lo ha hecho devolver al pintor.
        —Y La fuente también de Ingres…
        —Éste es un desnudo casto. Lo peor de este cuadro es que la mujer esté desnuda en el campo y rodeada de hombres vestidos. Como comprenderá, no tiene ni siquiera la excusa de una alusión mitológica o histórica.
 
        —Así cree usted que para pintar un desnudo es necesario tener un pretexto. Un cuerpo desnudo puede ser tan bello como un cuerpo vestido y a veces mucho más.
        —Lo que pasa es que usted es un inmoral.
        —Y usted es un puritano que, como todos los puritanos, ve porquería en todas partes, porque sus ojos están llenos de porquería.
        Las discusiones eran constantes. Poco a poco se iban separando de lo puramente artístico para pasar a lo estrictamente moral. Se toleraba el desnudo a condición de que tuviese una excusa o que por su naturaleza careciese de lo que los puritanos llamaban provocación. Una estatua de Venus, de Cupido, de amorcillos o de ninfas podían exhibirse, pero era mejor que fuesen más o menos cubiertas.
        Los más exaltados querían romper el cuadro rasgándolo con un bastón; se tuvo que poner guardias para protegerlo.
        Hoy este cuadro, esta gran obra de arte, se exhibe en el museo de la Gare d'Orsay, y no causa escándalo alguno y está considerado como una de las obras maestras de la pintura mundial.



miércoles, 26 de febrero de 2014

El maestro Rossini


Cuando hubo firmado el contrato para el Barbero de Sevilla, Rossini dijo que se ponía a trabajar. Habitaba en el mismo piso que el tenor García que tenía que cantar la parte de Almaviva y el tenor cómico Zamboni. Cada uno tenía su habitación y compartían un salón en el que había un piano sobre el cual puso Rossini el libreto del Barbero. Pero esto fue todo. Rossini no se ponía nunca al piano, se contentaba con pasear por el piso sin decir una palabra a nadie. Al cabo de una semana García no pudo dejar de decirle:

- Piensa que el tiempo pasa y todavía no has hecho nada.
- ¿Qué no he hecho nada? Ahora verás.

Y sentándose al piano cantó la cavatina de Fígaro, la de Rosina, las arias de Almaviva y don Basilio, el dueto, el quinteto; en fin, toda la ópera. La partitura entera estaba en su cabeza y no le quedaba más que escribirla. Al día siguiente llamó a los copistas, escribía un fragmento de la ópera y se lo daba para que lo copiasen y lo llevasen al teatro para los ensayos.
Tal era la facilidad del gran maestro.


martes, 25 de febrero de 2014

Pares o impares


El histólogo y premio Nobel de Medicina don Santiago Ramón y Cajal, no se distinguía precisamente por una oratoria fácil, le costaba expresarse, y sus lecciones, seguidas con atención por sólo algunos alumnos, eran unas condenadas latas que la mayoría procuraba eludir.
Un día don Santiago vio que su clase estaba repleta de estudiantes. Faltaba mucho para los exámenes y no podía atribuir esta afluencia inesperada de estudiantes a ninguna causa visible. Y ello sucedió día tras día, hasta que, curioso, preguntó a un sobrino suyo que asistía a clase, si podía explicarle el misterio.

- Verá usted, tío. Es que usted tiene la costumbre de repetir la coletilla “completamente” sin venir a ton ni son y los amigos juegan a pares o impares.

Don Santiago calló y, al día siguiente, con la clase llena, dio la lección muy lentamente para que no se le escapara la muletilla.
Al dar la hora entró el bedel con la consabida frase:
- Es la hora, señor catedrático.

Y entonces Ramón y Cajal terminó diciendo:
- Completamente, completamente, completamente; hoy ganan impares.

lunes, 24 de febrero de 2014

El teléfono de ¿Graham Bell?


En todas las enciclopedias anteriores a 2002 aparece Alexander Graham Bell como inventor del teléfono.
El 10 de Marzo de 1876 Graham Bell presentó en Nueva York el teléfono, justo tres días después de haberlo patentado, y desde entonces el aparato ha estado asociado a su nombre durante más de 125 años. Los mismos años que otro hombre llamado Antonio Meucci ha tardado en ver reconocido su invento.
Veinte años antes de que Graham Bell se interesara por hacer pasar su voz a través de un hilo, Antonio Meucci inventó un artefacto que llamó teletrófono. Lo usó para conectar su oficina con una habitación una planta más arriba y poder hablar con su mujer.
El aparato era muy rudimentario, pero Meucci fue el primer humano que se puso un aparato en la boca, habló, y su mujer lo escuchó poniéndose en la oreja el otro aparato unido al extremo del hilo. Pero Meucci estaba a dos velas y sin dinero para formalizar la patente. Solo pudo presentar una descripción de su invento e intentar que una compañía lo apoyara en su desarrollo.
Pero la compañía pasó de él y de su proyecto, y ¡oh, casualidad!, por aquella empresa paraba Graham Bell, experto en acústica, que años después patentó el teléfono.
Meucci denunció a Bell por haberle birlado su invento, pero se murió amargado y arruinado, sin ver reconocido que él era el padre de de unos de los artefactos más indispensables para la humanidad.
El Congreso de los Estados Unidos no se olvidó del asunto y en el año 2002 aprobó la resolución 269 por la que se reconocía que el verdadero inventor del teléfono se llamaba Antonio Meucci.