Foto
en el Rockefeller Center
Es una de las fotografías más famosas de la historia. Once trabajadores descansan sobre la viga de un rascacielos en construcción en Nueva York.... y uno de ellos, el segundo por la izquierda que le da lumbre a un compañero, es un vasco.
La célebre instantánea se tomó el
20 de septiembre de 1932, en plena Gran Depresión, sobre una viga a 250 metros
de altura, y muestra a los obreros sin la más mínima sujeción –la foto se
convirtió en símbolo de la Gran Depresión, cuando la gente aceptaba cualquier
trabajo por precario que fuera– y destilando una incomprensible tranquilidad.
Entre los protagonistas hay estadounidenses, inmigrantes irlandeses, eslovacos
y, según reveló hace unos años la Asociación Muro Cultural de Balmaseda, un
vasco de esta localidad vizcaína llamado Natxo Ibargüen Moneta.
El propio presidente de la
asociación fue quien llevó a cabo la investigación: consultó en el archivo del
Rockefeller Center –el edificio de las fotos– y en la lista de los trabajadores
la posición de Ibargüen aparecía bajo un signo de interrogación. Para resolver
la incógnita, la Asociación Harresi (su nombre en euskera) comprobó que
Ibargüen vivía entonces en Brooklyn con su familia, trabajó en la construcción
del Rockefeller Center y hallaron fotografías familiares de la época que
confirman su identidad.
Ahora bien, ¿cómo llegó hasta
allí? Nacido el 4 de noviembre de 1899, fue el sexto de diez hermanos y,
al parecer, fue un chico de lo más travieso al que le gustaba pescar en el río
Cadagua al salir del colegio. Vivió en Balmaseda hasta 1919, cuando, siguiendo
la estela de sus hermanos mayores, emigró a Argentina para sortear el servicio
militar que, casi con toda probabilidad, le habría destinado a la Guerra del
Rif contra las tribus bereberes del norte de África.
Argentina, sin embargo, no lo
sedujo y, aprovechando una huelga de marinos ingleses, se enroló en un buque
británico. A su llegada a Reino Unido se instaló en Bristol y navegó a diversas
ciudades europeas hasta que, atraído por el sueño americano, se mudó a Nueva
York.
Ibargüen se enamoró allí de una
joven empleada de la embajada mexicana, vizcaína de Berango y once años menor,
llamada Esperanza Ojinaga. Cuando se casaron, en 1927, ella tenía 16 años. Se
instalaron en Brooklyn y tuvieron cuatro hijos: Thomas, fallecido al año de
nacer; Louise, Donald (Dani) y Shirley, que murió a los cinco meses.
La
presencia de Ibargüen en la fotografía en cuestión, fue descubierta por
casualidad.
Según Harresi, en 1958, Esperanza
Ojinaga vino a Bilbao en busca de su familia y la de su difunto marido. Ella
había nacido en Berango en 1911 y llegó a los Estados Unidos en 1917, con tan
solo 6 años, acompañada de un tío o un primo. Esperanza solo tenía una
dirección de una hermana de su marido como referencia pero, sin necesidad de
móviles ni GPS, acabaron encontrándose y conociendo al resto de la familia de
Balmaseda. Esperanza regresó a Nueva York pero continuaron manteniendo el
contacto por carta. Así es como unos años más tarde, en 1961, llegaron a
Balmaseda dos hombres, uno rubio y otro moreno, que solo hablaban inglés: eran
Donald Peter (al que llamaban Dani), el hijo de Nacho Ibargüen, y un amigo. A
Dani le entusiasmó el País Vasco y empezó a venir regularmente, una vez al año,
aprovechando que por su trabajo –era supervisor de vuelos en la Pan-Am–, los
viajes le resultaban baratos.
Dani siempre llegaba cargado de
regalos para sus familiares. En uno de esos viajes, en los años 80, trajo de
regalo unas camisetas de la NBA para los primos y tíos y, en agradecimiento, la
mujer de uno de ellos compró en el Corte Inglés la famosa fotografía de los
trabajadores en la viga del Rockefeller Center para regalársela a Dani.
Al abrir
el regalo a Dani se le escaparon unas lágrimas por la emoción, pero no por el
regalo en sí, sino porque «el segundo por la izquierda es mi padre». Ni él lo
había mencionado antes ni la familia podía imaginarlo. Así se enteró la familia
de Balmaseda de que su pariente formaba parte de la historia gráfica de Nueva
York.
Dani llegó
a aprender euskera y quería vivir en el País Vasco cuando se jubilase de la
Pan-Am, pero la compañía quebró en 1991, y tuvo que retrasar su esperado
retiro. En 1997 empezó a tener problemas de salud y murió en Nueva York de
cáncer de huesos en 2000.
La fotografía, por cierto, no fue en
absoluto improvisada. Al ver lo acostumbrados que estaban a caminar por las
vigas, el fotógrafo –anónimo porque no está acreditada, aunque se la atribuyen
a Charles C. Ebbets, que trabajó en esa construcción– pidió a los trabajadores
que, a pesar de hallarse sobre el vacío en el piso 69, actuasen con naturalidad
como parte de la promoción del nuevo Rockefeller Center, que se inauguraría
siete años más tarde. Publicada el 2 de octubre de 1932 por el New York
Herald-Tribune, Lunch atop a skyscraper se convertiría
rápidamente en un icono mundial, simbolizando lo que sus promotores deseaban:
la resistencia y el empuje de Nueva York y Estados Unidos tras la catástrofe
del año 1929.